Día 720
Ese día Tochi-chan se levantó de la
cama con un nudo en el estómago. Sabía cuál iba a ser su rutina esa mañana,
como todas. Hacía dos años ya que, junto a su gran amigo Piltrafilla, seguía la
pista a las creadoras del abandonado blog “Tormenta de Ideas”. Todo comenzó el
día en el que, sin dar muchas más explicaciones, Lucilda y María se despidieron
de ellos, alegando que tenían muchos asuntos que atender y que no podrían
atender el blog lo suficientemente bien.
Desde ese día, ambos se quedaron sin
trabajo.
La vida en el paro era monótona y
aburrida, quizás por ello Piltrafilla y él se entregaron en cuerpo y alma en la
tarea de buscar su única esperanza: que ellas volvieran a escribir en el blog.
Todo después de unas semanas insufribles en las que sentían dolorosamente como
el tiempo se les escapaba de las manos sin hacer nada útil. Recortes de
periódicos, carpetas clasificadas entre las noticias sin confirmar y las que
habían logrado corroborar, cientos de hojas impresas con sus historiales de
internet… Todo inundaba el suelo de su cuarto, en el piso que se habían visto
obligados a compartir.
Tochi-chan le echó una mirada de
soslayo al mapamundi que tenía colgado encima del sofá, lleno de chinchetas de
colores, antes de entrar a la cocina a prepararse el desayuno. Cuando se sentó
frente a la única ventana de la sala de estar, agitando la cucharilla de su
taza de chocolate, emitió un hondo suspiro (aunque fue más bien psicológico,
era consciente de que su altavoz no emitiría más que chillidos adorables) Esos
últimos días habían sido especialmente duros, porque esa pequeña luz de
esperanza que le alentaba a continuar investigando sobre las chicas se había
hecho más poderosa. No entendía el por qué, ya que más bien, las noticias sobre
ellas habían sido escasas, por no decir casi nulas. La irracionalidad de sus
presentimientos era lo que más le molestaba. No podía permitirse una
desilusión, no ahora, sería un golpe demasiado duro. Sobre todo no podía
permitir que Piltrafilla se enterase de sus cavilaciones, ya que sabía que
podría acabar preocupándole.
Sonrió mientras daba un sorbito,
observando los últimos expedientes curriculares que había logrado conseguir,
parecía que Lucilda por fin había aprobado Física I, y María también Señales.
Aquél hiatus no había sido en vano, eso él ya lo sabía porque confiaba
plenamente en ellas. Su mirada pasó lentamente desde esos documentos hasta las
últimas fotos que había obtenido de las salas de cine de la provincia.
Entonces, Tochi-chan pegó un bote del
sofá.
En su pequeño cerebro de algodón algo había hecho clic.
En su pequeño cerebro de algodón algo había hecho clic.
No hay comentarios:
Publicar un comentario